Ella, de familia católica, conservadora y provinciana, padre militar, hermanos también; nació en Dakar porque su padre formaba parte de las "tropas de ocupación" de Senegal. Colegios privados, ENA (la Escuela que fabrica la mayoría de la clase política gala), cargos subalternos en el partido socialista, en el Elíseo con Mitterrand, en el Gobierno de Jospin y candidata derrotada en las presidenciales de 2007. Su nombre: Ségolène Royal.
Él, cosmopolita a más no poder, padre húngaro, que huye del comunismo en Hungría después de la Segunda Guerra Mundial. Padre, por cierto, muy ausente. Su abuelo materno es el doctor Benedict Mallah, un judío de Salónica (¿No te recuerda nada Salónica, Miriam?) afincado en París. Estudios de Derecho, abogado. Elegido alcalde de Neuilly a los 27 años, y nada menos que contra Charles Pasqua, varias veces ministro. Su nombre: Nicolas Sarkozy, elegido presidente de la República francesa este 6 de mayo.
No considero, en absoluto, que el entorno familiar sea lo más esencial en la carrera de los políticos o en la obra de los novelistas. Se trata más bien de una imagen. La candidata socialista derrotada representaba una forma de conservadurismo, de inmovilismo. Tenía su toque personal en algunos encantamientos como el orden justo o la democracia participativa, pero también defendía la familia, el trabajo y la bandera de una forma que, a veces, me recordaba la propaganda de Vichy. Ha perdido, paix à ses cendres.
Sarkozy, el nuevo presidente, encarna el cambio, la reforma, lo que confirma que en estos últimos años, y en varios países, la derecha es más reformista y más progresista que la izquierda. Evidentemente, los fantasmas del pasado, el folklore obrerista, ya ha reaccionado contra el nuevo presidente. Vincent Bolloré, un hombre de negocios dinámico y exitoso, le ha prestado su avión y su yate para un crucero de tres días por el Mediterráneo, de modo que la izquierda le insulta: vacaciones de millonario, cómplice de millonarios, súbdito del Gran Capital. Mientras, la ultra izquierda, que considera que la calle es más importante que las urnas, se manifiesta en varias ciudades desde el domingo por la noche. Son grupitos de cien o doscientas personas, pero ya han quemado 1.500 coches y destruido escaparates y comercios. Una buena lección de democracia participativa.
Claro, todo queda por hacer. Es probable que buena parte del proyecto de Sarkozy de reducir todos los impuestos y la burocracia estatal, introducir flexibilidad en el mercado laboral, crear un servicio mínimo en los transportes en caso de huelga, reformar la enseñanza y reducir el gasto público se cumpla, aunque no sin tensiones. En cuanto a política internacional y europea, si bien será infinitamente menos antiyanqui que Chirac, sus propuestas en relación con la Unión se parecen a las de Angela Merkel, y a las de Blair, muy prudentes y no realmente reformistas. En cuanto a la Unión del Mediterráneo (que me recuerda a Pujol) o a una nueva y eterna gran política africana de Francia y la UE, soy muy escéptico. Veremos. Por ahora, se trata para Sarkozy y sus partidarios de ganar las elecciones legislativas.